Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Capítulo 46

JOANNA

– Vamos hijo, enséñale a Joanna lo que aprendiste hoy.

La joven sonrió al ver cómo el pequeño Rhaegar se sostenía en pie, agarrándose con fuerza a las manos de su madre. Ésta avanzó un poco sin soltarlo para obligarlo a que diera un par de pasos, y, cuando finalmente soltó su mano, Rhaegar continuó caminando con cierta soltura hasta que, ya prácticamente al lado de Joanna, comenzó a tambalearse.

– Muy bien, joven príncipe –exclamó Joanna, quién había cogido al pequeño en brazos antes de que cayera al suelo.
– Está creciendo muy rápido –comentó Rhaella, sonriendo y acariciando el pelo de su hijo–. Aerys se está perdiendo tantas cosas de él… Creo que ni siquiera será capaz de reconocerlo cuando vuelva.
– Es imposible no reconocerlo con este cabello –dijo Joanna, provocando la risa de su amiga.
– Sí, creo que esa será una pista más que evidente.

La Lannister sonrió al mirar de nuevo a ese pequeño que tenía entre sus brazos. Había crecido mucho, cada vez era más independiente y poco le faltaba para comenzar a caminar por sí sólo. Sin duda, a Rhaella no le faltaba razón: su hijo había cambiado mucho en solo unos meses, y tenía un cabello que podría ser hasta la envidia de su propio padre.

– ¿Le echáis en falta? –Preguntó Joanna. Rhaella la miró sin entender, alzando levemente las cejas–. Aerys –le aclaró la Lannister.
– ¿Echarle en falta? ¿Por qué esa pregunta?
– Por vuestro anterior comentario… parecíais afligida al comprobar que vuestro esposo se está perdiendo la infancia de vuestro hijo –Rhaella suspiró antes de contestar.
– Me apena por él… –contestó, acariciando suavemente el pelo de Rhaegar–. Un padre no debería perderse ciertos momentos tan importantes. Aunque la verdad, ni siquiera sé si para él es importante ver que su hijo está empezando a caminar o que dice algunas palabras. Le echo de menos, sí… pero no como esposo. No le amo como tal. Lo único que deseo es que vuelva sano y salvo.

Joanna asintió nada más recibir aquella respuesta, sintiendo que, quizás, se había inmiscuido en terrenos que no eran de su incumbencia, por lo que permaneció callada sin decir nada más. Rhaegar permanecía tranquilo sobre su regazo, bostezando y haciendo verdaderos esfuerzos por mantener los ojos abiertos, provocando que la Lannister sonriera con dulzura.

– Eres la que más lo tranquiliza –dijo Rhaella, que tampoco había apartado la mirada de su hijo–. Ni la ama de crías, ni el resto de doncellas… ¡Ni siquiera yo! Debe ser que tú le transmites mucha paz –comentó sonriendo.
– ¿Eso creéis? –Preguntó en voz baja al comprobar que finalmente el pequeño se había quedado dormido.
– Por supuesto, tú siempre has sido una mujer muy calmada, incluso cuando eras una niña –explicó Rhaella sonriendo, cogiendo a su hijo con cuidado para que no despertara–. Lo llevaré a su habitación.

De nuevo Joanna asintió y se mantuvo en silencio, esperando a que la princesa se alejara. «Serena y calmada… si en verdad los niños son capaces de percibir los sentimientos de los adultos, entonces está claro que Rhaegar prefiere a las personas preocupadas y nerviosas, y no al contrario», pensó la joven con resignación.

Ya no sabía si sentía compasión por la Targaryen o si, por el contrario, la envidiaba. Si pensaba objetivamente en la situación, no tenía ni un solo familiar directo luchando en aquella guerra, mientras que Rhaella debía rezar todos los días por la integridad y la salud de su esposo. En cambio, bien parecía que era el esposo de Joanna el que había partido a aquella guerra y no el de Rhaella.

«Fuiste una estúpida, una maldita estúpida», se recriminaba a sí misma. «¿Tan difícil era dejar el orgullo a un lado? ¿Y si le pasara algo? ¿Y si no vuelves a verlo nunca más? Te arrepentirás durante el resto de tu vida…»

– Soy una estúpida –se repitió de nuevo, esta vez en voz alta.
– Si tú eres estúpida, no sé qué somos los demás...

Joanna se giró rápidamente cuando escuchó aquella voz, encontrándose de frente con la mirada violeta de la princesa. ¿Tan sumergida había estado en sus propios pensamientos que ni siquiera se había enterado del momento en el que Rhaella había vuelto?

– ¿A qué vino eso? –Insistió, sentándose frente al espejo e intentando ordenar sus tirabuzones plateados con los dedos.
– Nada, sólo pensaba en voz alta.
– Y parece que en esos pensamientos no tienes muy buena opinión de ti misma. ¿O son imaginaciones mías?
– No, vos tenéis razón.
– ¿Puedo saber a qué se debe?
– A que debí haberos escuchado en el momento adecuado y dejar atrás mi estúpida tozudez.
– Sigo sin comprenderte, Joanna –dijo Rhaella, mirándola a través del espejo.

La Lannister se acercó a ella y, tomando un cepillo entre sus manos, comenzó a cepillar el cabello de la princesa, con sumo cuidado.

– No es justo que os diga esto, ni siquiera tengo derecho a decirlo… mas confieso que os envidio.
– ¿Envidiarme? –Repitió la Targaryen, sumamente contrariada–. ¿Envidiarme por qué?
– Porque… porque vos no extrañáis a vuestro esposo… lo sé, es una estupidez. No lo tengáis en cuenta, Alte…
– ¿Te arrepientes por no haber perdonado a Tywin antes de que se marchara? –La interrumpió Rhaella, viendo que por fin entendía lo que le ocurría a su doncella–. ¿Te atormenta pensar que, posiblemente, no regresará?
– Sí –musitó la Lannister segundos después–. Supongo que la conciencia no me deja tranquila… no quiero pensar que le ocurrirá algo, pero es imposible no hacerlo. Está luchando en una guerra, al fin y al cabo. Puede que allí esté su… su… –suspiró–. Ojalá nuestra despedida no hubiera sido así. Ahora él cree algo que no es.
– ¿Algo que no es?
– Que lo odio…
– Tonterías –dijo Rhaella, dejando escapar una leve carcajada–. Él no puede pensar eso, se te notaba demasiado que sentías algo especial por él, y no se trataba de odio, precisamente.
– No actuaba de la misma forma cuando estaba a solas con él… especialmente en los últimos días que estuvo aquí.
– Da igual, debería estar ciego si realmente pensara eso.
– No estaría tan segura, Alteza… –murmuró aún dubitativa.
– A ti te pasa algo más –dijo Rhaella convencida, girándose para mirarla directamente a la cara–. ¿Vas a contarlo ya o tengo que tirarte de la lengua? –La joven Lannister se sorprendió al escuchar aquella pregunta. Viniendo de la boca de la princesa podía parecer hasta amenazante, pues ella no solía emplear nunca ese tono de voz.
– Bien parece que me conocierais más que yo a mí misma –sonrió finalmente.
– No creas, no es fácil saber si algo te ocurre… y cuando me doy cuenta de ello realmente no sé cuál es la causa que lo provoca. Y justamente eso es lo que me pasa ahora mismo: sé que algo te atormenta, mas  no sé el qué.
– Algo que a vos os acontece en multitud de ocasiones con vuestro esposo.
– ¿A mí con Aerys?
– Más bien a vuestros celos cuando lo veis con alguna mujer.

Rhaella abrió los ojos, mostrándose sumamente sorprendida por aquella revelación. Se levantó para quedar a la altura de Joanna y así poder mirarla directamente a los ojos, cara a cara.

– ¿Me estás diciendo… que estás celosa? –Preguntó aún sin comprender.
– Es una estupidez, lo sé.
– Pero… ¿por qué? ¿Y de quién?
– De… de cualquiera, supongo. Bien sabéis que la gran mayoría de los bastardos son fruto de las guerras. Siempre se dice que los hombres necesitan desfogarse… -comentó Joanna con ironía.
– No tiene sentido, es absurdo que te sientas así. Tywin no es un mujeriego, bien lo sabes.
– Hay muchas facetas de este mundo que no tienen sentido, Alteza. Vos misma sentís celos cuando reconocéis no amar a vuestro esposo.

Rhaella iba a replicar pero cerró la boca al escuchar esa última frase. Miró a Joanna durante una fracción de segundo antes de girarse y caminar hacia el otro extremo de la habitación, juntando las manos y entrelazando los dedos. «¿Está nerviosa?»

– Lo que me ocurre no son celos –confesó finalmente, mirando a algún punto en concreto de la habitación–. No puedo estar celosa porque, como bien has dicho, no quiero a Aerys. Y aunque me debe la misma fidelidad que yo le debo a él, bien sabía que no la cumpliría. Lo sabía… Después de todo es mi hermano y le conozco perfectamente. Pero, al contrario de lo que pueda parecer, no me duele su infidelidad, nunca me dolió –dijo, girándose en ese mismo momento para mirar a su amiga–. Lo que me duele es su nulo recato. No le importa quién esté delante, no le importa que toda la capital y que los Siete Reinos enteros sepan de sus múltiples flirteos… Ni siquiera le importa si yo estoy presente, por eso también se ha acostado con mis doncellas. Con todas ellas. Me humilla frente a todo el mundo con ese comportamiento. Es una humillación, eso es lo que me duele, Joanna: la humillación.

La Lannister no supo qué decir. No era capaz de elegir las palabras adecuadas para poder reconfortar un poco a la princesa. Lo único que le venía a la mente era lo estúpida que había sido al decirle que, en cierta medida, la envidiaba. ¿Cómo podía siquiera envidiar una situación así?

– Disculpadme, Alteza –fue lo único que pudo decir.
– ¿Por qué? Tú no tienes la culpa de mi desdicha.
– Por mi anterior comentario. Dije que os envidiaba y fue, sin duda alguna, la mayor estupidez que he podido decir en toda mi vida.

Por curioso que pareciera, Rhaella se echó a reír, lo cuál sorprendió enormemente a la doncella, que la miraba sin comprender.

– Veo que te sigues martirizando a ti misma. No seas boba. La gran mayoría cree que los reyes y los príncipes disfrutan de una vida llena de placeres, lujos y alegrías. Yo dispongo de muchos lujos, pero de nada me sirven si no tengo alegrías o placeres para disfrutarlos. Muchos envidian mi vida, y yo estaría encantada de cedérsela a cualquiera, de cambiarme por ellos. Me cambiaría ahora mismo por ti…
– Yo también podría haber tenido un destino similar al vuestro, Alteza. De hecho, aún es posible que me entreguen a un Lord por conveniencia.
– ¿Tu padre te mencionó algo en alguna ocasión? –Joanna negó con la cabeza.
– Nunca… apenas he tenido trato con él. He vivido aquí desde que falleció mi madre, mientras que él estaba destinado en los Peldaños de Piedra. Si volviera con vida, creo que ni siquiera reconocería su cara.
– ¿Y por qué piensas entonces que aún pueden concertar un matrimonio para ti?
– No ha habido noticias de mi padre… quizás siga vivo, o quizás ya haya prometido mi mano sin yo saberlo, lo cual no difiere mucho de lo que ocurrió entre vos y vuestro abuelo.
– ¿Mi abuelo? Vuelves a errar, Joanna. Mi abuelo no le prometió mi mano a nadie.
– ¿Cómo? P-pero si fue él mismo quién os lo dijo; quería cumplir con la profecía.
– No –negó Rhaella con la cabeza–, aquello sólo era una mentira que quiso hacernos creer a Ser Duncan y a mí, una simple fachada… Es cierto que estaba algo intrigado con aquella profecía, mucho más después de hablar tanto con aquella chica, Jenny… Creo que le absorbió la cabeza con todas esas ideas de dragones y príncipes prometidos. Por eso llegó a replantearse la idea de casarme con Aerys, pero lo reconsideró poco después. Recuerdo que siempre que le preguntaba sobre mi futuro, él me contestaba: "Te casaras con aquel a quién quieras. Además, el problema lo tiene tu hermano y no tú. Él es el heredero, más le vale buscarse una buena chica" –Rhaella rió levemente al recordar aquello–. Siempre bromeaba con aquel tema… Por eso, cuando me confirmó que terminaría desposándome con mi hermano, no le creí. Siempre estuvo en contra del matrimonio entre hermanos, consideraba que esa tradición Targaryen nos traería más problemas que beneficios. Discutía continuamente con mis padres por ese tema… él no quería que sus hijos se casarán entre sí. Lo consiguió con el mayor, mi tío Duncan; y también con mi tía Rhaelle, que ahora es Lady Baratheon. Pero mis padres ignoraron sus consejos; estaban decididos a casarse, convencidos de que era la única forma de que los genes Targaryen perpetuaran por completo. Por ello se desposaron en secreto, a escondidas de mis abuelos, y por eso también concertaron mi matrimonio con Aerys.
– ¿Y tu abuelo no pudo negarse? Él era el rey… si tanto le desagradaba, podría haber rechazado de pleno sus planes –Rhaella negó con la cabeza.
– No –contestó poco después–, la negociación de mi boda fue secreta, al igual que la de mis padres. Y además… es el padre el que decide el matrimonio de sus hijas. Nadie más que él, a no ser que ya hubiera fallecido.
– Comprendo –Joanna se mantuvo un momento en silencio, dudando si formular la pregunta que le estaba rondando la cabeza. Finalmente volvió a mirar a Rhaella y vio en ella no solo a una princesa, sino también a una amiga. Aquello la animó a seguir hablando y se decidió por preguntar algo que, probablemente, le haría mucho daño a la Targaryen–. ¿Creéis que vuestro abuelo habría permitido que os casarais con Ser Bonifer?

Tal y como suponía, aquella pregunta hizo estragos en la joven princesa. Primero la miró con sorpresa, y después suspiró sin llegar a decir nada, como si no encontrara las palabras para contestar.

- No lo sé… Imagino que prefería al primogénito de algún lord de los Siete Reinos y no a un simple caballero. De ahí su disgusto inicial… aunque realmente se le pasó en seguida –Rhaella sonrió levemente–. Recuerdo que vino a mis aposentos la misma noche en la que terminó aquel torneo. Creí que vendría a recriminarme, pero en vez de eso estuvo contándome algunas de sus anécdotas para hacerme reír y así olvidar todo lo que había ocurrido. Aquella era su forma de disculparse, aunque no lo dijera abiertamente. Tenía mucho carácter y se irritaba con facilidad, pero se calmaba con la misma rapidez. Nunca fue rencoroso… –volvió a quedarse en silencio, como si estuviera meditando–. Creo que si él hubiera conocido más a Ser Bonifer, habría dado su consentimiento. Mas eso jamás ocurrió. Ni siquiera yo he vuelto a verlo desde aquel día.
– ¿No sabéis nada de él? –Rhaella negó con la cabeza–. ¿Y no sentís añoranza por ello? Han pasado años desde aquel torneo –insistió Joanna.
– No he querido volver a saber sobre él, si es eso lo que me preguntas. ¿De qué me serviría? Es inútil, mi destino ya está escrito. Prefiero no saber nada, prefiero no hacerme ilusiones y vivir la realidad que me ha tocado vivir. No puedo pasar los días soñando e imaginar que un día se presentará en las puertas de la Fortaleza para rescatarme. Y tampoco quiero torturarme al imaginarlo con otra mujer a su lado.
– Eso no ocurrirá –dijo Joanna de repente, dejando a Rhaella algo aturdida–. Ser Bonifer no se ha desposado y jamás podrá hacerlo.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Ahora se dedica en cuerpo y alma a la Fe de los Siete, se ha refugiado en la religión –aclaró Joanna ante la sorpresa de su amiga–. Coincidí con él poco antes de vuestro matrimonio con Aerys, a punto de regresar a su hogar. Cuando le pregunté por qué había tomado esa decisión, respondió que sólo la Doncella sería capaz de reemplazaros en su corazón.

Joanna comprobó que aquello había afectado profundamente a Rhaella, la cual respiraba profundamente y miraba a todas partes menos a la Lannister. Supuso que lo hacía porque si se cruzaban sus miradas, se echaría a llorar como una niña pequeña. Y justo eso fue lo que pasó.

– Puede que vuestro esposo no os guarde fidelidad, pero sí que lo hace vuestro joven caballero –le dijo la rubia con una leve sonrisa, intentando consolar a la princesa.

«No dejaré que me ocurra lo mismo que a ella


3 comentarios:

  1. Qué bonito capítulo y qué bien está escrito, cuando te leo me parece tan sencillo retratar los sentimientos humanos, respetando su esencia siempre, y el uso que sabes hacer de los tiempos, el control de la cadencia.

    Me encantó el anterior capítulo, hasta le cogí más cariño a los Baratheon (y eso que ya me gustaban). Y ahora, nos llevas con la historia a otro lugar, ¡me encanta! Sé que todo el tiempo te digo cosas como "WOW" cuando te he leído, pero es que siempre vas a más y a más y a más...

    Buen día. Un beso.

    Cristina.

    ResponderEliminar
  2. Por fin me pongo al día XDDDD Después de tanta batalla (que las cuentas genial, oye, y me mola Steffon un montón), este capítulo es añsldjfasldjgañsldfjs. Ains, pobrecita Rhaella, lo que le ha tocado con Aerys u.u Y a ver si regresa ya Tywin y agarra a Joanna y ñasldjfalsñkdjgaklsñdjfasñlkdjfslñkafjs de una vez!!! XDDDD

    Un besote y a seguir :)

    ResponderEliminar
  3. Mira que no las tenía yo todas conmigo con este capítulo, porque después de tanta acción siempre queda un poco flojo volver a un lugar donde, relativamente, no pasa nada xD

    Pero después de leer vuestros comentarios veo que me equivoqué, que de hecho era necesario ese capítulo de transición entre tanta guerra. Siempre me dejáis con una sonrisa enorme en la cara.

    Gracias por leerme y por vuestros comentarios. ¡Besotes para ambas!

    ResponderEliminar