Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Capítulo 22

JOANNA

Era incapaz de conciliar el sueño. Aunque mantenía los ojos cerrados, no dejaba de dar vueltas en la cama, intentando adoptar la posición adecuada para dormir un poco. Su mente no descansaba, le resultaba imposible olvidar por unos minutos lo que había experimentado hacía apenas unas horas. «Me besó», se recordaba a sí misma, recreando una y otra vez el momento vivido entre ellos. Su primer beso había sido para él… ¿O fue él quién se lo robó a ella? Aquel pensamiento la hizo sonreír. Nunca creyó que Tywin la amara, mas esas fueron sus palabras al separarse de ella: “porque os amo, Joanna”.

No podía dormir, aquella frase se repetía una y otra vez en su cabeza. ¿Cómo habría podido ella conquistar al joven heredero de Roca Casterly? No había hecho nada para conseguirlo, y su posición tampoco le era muy favorable. Sólo era la doncella de cámara de la princesa Rhaella.

– Rhaella –se dijo a sí misma en un susurro. Pensar en ella le dolía. La vida de la princesa nunca volvería a ser como antes y, aún así, Joanna se sentía aliviada porque desde que se anunció aquel enlace, Aerys no había intentando acercarse de nuevo. Sus ojos violeta seguían emanando el mismo deseo que tanto la inquietaba, pero siempre apartaba rápidamente la mirada. La evitaba, y eso era bueno para ella.

Ese último pensamiento hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas, por lo que se mordió la lengua con fuerza para no hacerlo. No iba a llorar ahora.


Se levantó de la cama al comprender que sería imposible conciliar el sueño. Se puso una bata para no pasar frío y se sentó frente a su pequeño escritorio, dispuesta a escribirle otra carta a Loreza para así intentar olvidar los pensamientos que acudían a su cabeza. Pero fue imposible, era incapaz de escribir al menos una sola frase que tuviera un mínimo de sentido.

Empezó a dar vueltas por el dormitorio, atormentándose por lo que acababa de descubrir: la desgracia de Rhaella significaba su propia felicidad. Gracias a aquel matrimonio, Aerys ya no la atosigaba y eso la hacía sentirse en libertad. Era libre de vivir como deseara, sin órdenes y sin rostros severos. Sí, ahora podía estar tranquila.

– Soy una egoísta.

No consiguió dormir en toda la noche, ni tampoco logró escribir la carta a Loreza. Simplemente permaneció esperando a que la noche llegara a su fin, sin hacer nada, y cuando por fin el sol hizo acto de presencia ella continuó allí, esperando en su recámara. El resto de las doncellas de Rhaella fueron a visitarla al comprobar que Joanna no había bajado para desayunar, pero ella argumentó que se encontraba indispuesta y no tenía apetito. No había mentiras en sus palabras ya que realmente no se sentía bien, aunque no fuera por problemas de salud, sino porque sabía que era incapaz de ver a Rhaella en ese momento. ¿Cómo podría mirarla a los ojos cuando su propia felicidad le había costado tanto a Rhaella? ¿Cómo podría enfrentarse a eso?

– No soy sólo una egoísta, también una cobarde.

Se dejó caer sobre el lecho y cerró los ojos, con la esperanza de que quizás lograra conciliar el sueño. Los pensamientos que rondaban por su mente no se lo permitieron, y mucho menos aún con el sonido de alguien que estaba llamando a su puerta. Joanna permaneció en silencio, albergando la esperanza de que aquel visitante se marchara al no recibir una respuesta.

– ¿Joanna? –Preguntó Rhaella al otro lado de la puerta.

La Lannister se sobresaltó al reconocer la voz de la princesa y se sintió sumamente estúpida en aquel instante. Era evidente que si no hacía acto de presencia en todo el día, Rhaella se preocuparía por ella. «Ella sigue siendo una gran amiga, aunque yo no lo sea tanto con ella», pensaba Joanna mientras se acercaba a la puerta para abrirla. Quizás no fuese una buena persona, pero ya era hora de salir de su escondite y plantarle cara a sus miedos. No podía continuar con tal cobardía.

– ¡Dichosos los ojos que te ven, Joanna! –Exclamó Rhaella una vez estuvo dentro de la habitación–. Creí que serías la primera doncella en ayudarme esta mañana, aunque veo que tienes mal aspecto. ¿Te ocurre algo?
– Lo siento, Alteza –se disculpó la Lannister, realmente avergonzada–. No quería preocuparla.
– ¿Pero te encuentras bien? –Insistió Rhaella.
– Debería ser yo quién realizara esa pregunta, Alteza… y no al contrario –comentó Joanna, sintiéndose cada vez más culpable. La princesa se mostró sorprendida en un primer momento, pero luego logró calmar sus facciones.
– ¿Por qué te mortificas de esta forma, Joanna? ¿Qué ocurre?

Joanna cerró los ojos y suspiró pausadamente, dispuesta a confesar sus sentimientos.

– Me siento culpable, Alteza. Y egoísta. Vos habéis tenido que renunciar a una vida feliz por las obligaciones que os han impuesto. Tuvisteis que renunciar a Ser Bonifer, un hombre al que amáis con todo vuestro ser, para casaros con vuestro hermano cuando no existe el amor entre vosotros. Y yo no puedo evitar sentirme feliz por ello, porque gracias a vuestro enlace, el príncipe Aerys no podrá pedir mi mano en matrimonio –Joanna suspiró de nuevo–. Soy un monstruo.
– No digas eso –respondió Rhaella al momento, tomando las manos de su amiga entre las suyas propias–. Si con este matrimonio he conseguido tu felicidad, puedo estar tranquila.
– ¿Tranquila? –Repitió Joanna sin comprender nada.
– La causa principal de mi boda es una profecía que nadie sabe si se cumplirá o no –Rhaella sonrió levemente, con cierta melancolía–, pero tu felicidad no es ninguna profecía, es un hecho. Y si tú estás bien, yo también lo estaré.
– Pero Alteza…
– No, Joanna –insistió Rhaella, impidiendo que Joanna volviera a auto culparse–. No sigas por ese camino. Este enlace no es tan horrible como crees. Soy la nieta de un rey, la hija de un futuro rey y la hermana de un hombre que también será rey… soy descendiente directa de la realeza. Era evidente que no podría elegir por mí misma al que sería mi esposo, y Aerys siempre fue una buena propuesta para mi familia. Los Targaryen somos así –dijo encogiéndose de hombros–. Yo fui la que cometió un error. Nunca debí hacerme ilusiones con Ser Bonifer.
– Eso es inevitable, Alteza –murmuró Joanna, agachando la cabeza–. No fue un error, nadie puede evitar algo así.
– Oh, es cierto. Olvidé que interrumpieron nuestra última conversación, deberíamos reanudarla –dijo Rhaella, provocando un sonoro sonrojo en Joanna.
– ¿Aún lo recordáis?
– Por supuesto, y no saldré de aquí hasta que no me lo cuentes todo.

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